sábado, 2 de marzo de 2013

El Cerebro y la Mente.

Hoy en día es muy claro entender la relación existente entre el cerebro y la mente; se da por descontado que la mente es el resultado de los procesos generados dentro del cerebro. Sin embargo, esta realidad no fue clara desde el comienzo de la humanidad, pues en la antigüedad se consideraba el pensamiento como algo fuera del cuerpo y más cerca del alma.

Pero, ¿cómo puede una masa de tejido tener la capacidad de comprender la belleza del mundo, los sonidos de un lenguaje en particular y darles sentido y además generar una respuesta? ¿Cuál es ese proceso maravilloso que transforma la energía electroquímica en una esperanza, una alegría o una ilusión? Una primera mirada puede ser dada al pensamiento del antiguo Egipto, donde se consideraba que el pensamiento estaba directamente ligado con el corazón. Este órgano cumplía las funciones mentales, ya sean buenas o malas; también permitía la libertad de acción. Al morir las personas, era necesario mantener su cuerpo en perfectas condiciones, ya que se creía que en el viaje al más allá se debían mantener, tanto el cuerpo como el alma juntos. Los muertos, especialmente los de alta sociedad, eran embalsamados, retirando todas las vísceras, excepto el corazón, pues se consideraba que este debía estar presente cuando la persona fuera juzgada.

Se puede apreciar que para los egipcios, más que el cerebro era el corazón la residencia de los pensamientos. Además se tenía en tan poca estima el cerebro que era retirado por los orificios nasales, especialmente por el izquierdo, y reemplazado por una tela. Una evidencia de la importancia del corazón en los pensamientos de la gente egipcia está en la llamada Teología Menfita, en la cual el Dios Ptah crea gracias a haber “pensado” con el corazón” Siguiendo en este viaje a través del tiempo, se puede llegar a la Grecia clásica, en la cual el gran pensador Aristóteles mencionaba ideas muy interesantes con respecto al pensamiento, pues consideraba que nada podía estar en la mente sin haber pasado primero por los sentidos. Sin embargo, su visión del lugar donde residía la mente no estaba clara, pues mantenía la idea del corazón como residencia de la mente.
 
Más adelante, en la época del renacimiento, aparecen nuevas ideas más cercanas a la realidad; ideas como la del filósofo y matemático René Descartes, quien mencionó que existen dos elementos diferentes: la mente y el cerebro, los cuales forman parte del aparato intelectual humano. Él señala la idea del dualismo cartesiano, según la cual hay dos elementos separados: el pensamiento consciente y la parte física del cerebro. Es a partir de esta idea que finalmente se evidencia que la mente no es una cuestión etérea, sino que se genera a partir de una serie de procesos físicos llevados a cabo en el cerebro.



Luego de la idea de Descartes se puede mencionar, otro gran aporte dado por un contemporáneo suyo llamado Thomas Willis (1621-1675) quien ha sido conocido como el padre de la neurología y sugirió, no solamente que  el cerebro es la residencia de la mente, sino también que sus distintas partes dan origen a funciones cognitivas específicas.
Este aporte es muy interesante, pues ya se percibe el cerebro como un sistema compuesto de múltiples partes con diversas funciones y relaciones. Hacia la misma época surge otra contribución que toma de una manera tal vez rara la idea de Thomas Willis, pues considera que estas funciones del cerebro se relacionan con la forma del cráneo. Esta idea es la frenología o craneología representada, entre otros por Francis Joseph Gall, (1758–1828), quien era un anatomista austriaco que planteaba que se puede identificar la forma de pensar de una persona gracias a la forma de su cráneo. Su postulado decía que en la medida en que se utilice una determinada zona del cerebro, esta se va desarrollando físicamente, de tal manera que va “empujando” el cráneo en ese lugar, provocando en la persona ciertas protuberancias que evidencian mayor actividad mental en esa parte del cerebro.

Tal vez una explicación de estas conclusiones del anatomista austriaco puede ser encontrada en los estudios que él hacía a un grupo de reclusos condenados a muerte, pudiendo evidenciar que muchos de ellos presentaban ciertas formas similares en sus cabezas, lo que lo llevó a pensar que esas mismas protuberancias se debían al comportamiento propio de este tipo de personas. Gall definió 38 zonas en las cuales se puede dividir el cráneo. A modo de ejemplo se pueden citar las siguientes, que, según Gall, corresponden a la zona dedicada al análisis matemático. Como se verá más adelante, aunque la frenología es típicamente empírica, tiene un elemento bien interesante, pues según últimas investigaciones, sí existe una variación en la estructura cerebral de las regiones que se usan más.

En la actualidad, se pueden encontrar técnicas de última tecnología que ayudan a los neurólogos a conocer aún más el cerebro de sus pacientes. Técnicas como la imagenología de resonancia magnética permiten tener una visión muy precisa del cerebro y además de la forma como suceden los procesos dentro del mismo. Esta técnica permite ver el cerebro como si este fuera cortado en “rebanadas”. Adicionalmente los neurocirujanos cuentan con una técnica usada en el momento de practicar una intervención quirúrgica; dicha técnica consiste en determinar las zonas de actividad del cerebro mediante una cámara que detecta las zonas cerebrales en las cuales hay actividad, esto les permite a los cirujanos evitar la intervención física en el cerebro, pues se pueden generar daños en el mismo, con consecuencias graves para el paciente.

Otro descubrimiento permite determinar que efectivamente el cerebro adapta el tamaño de las áreas dedicadas a las actividades en función de la intensidad de las mismas. Si una determinada actividad mental se realiza con gran énfasis, entonces el cerebro dedicará más espacio para esta actividad en particular. En Londres se hizo un estudio a los taxistas, quienes deben tener gran habilidad espacial para encontrar fácilmente las direcciones. Dicho estudio mostró que un área del hipocampo aumentó de tamaño, en la medida que el taxista tenía más experiencia. 
 
Otra característica interesante en relación con el cerebro es que este puede adaptarse a nuevas circunstancias creando nuevas conexiones entre sus neuronas, lo cual permite, inclusive que si existe un daño en alguna de sus zonas, se generen procesos para utilizar otras áreas y reparar el daño en la medida de lo posible. A esto se le ha llamado plasticidad neuronal.

Como se pudo ver en este sencillo recorrido histórico, la humanidad ha tenido que transitar un camino largo para poder comprender que definitivamente es el cerebro el generador de la mente y que existen en él una multitud de relaciones, de las cuales aún se maravilla la ciencia.


Para una información más detallada se puede consultar la página web: htp://www.egiptomania.com/mitologia

En la edición de marzo de 2005 de la revista National Geographic en español, se puede leer un artículo en el que se menciona que el cerebro de los taxistas de Londres se adapta a las exigencias de ubicación espacial que ellos deben tener para poder ubicar las complicadas direcciones de la ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Artículos sugeridos